Preparación:
Para hacer las albóndigas pondremos a calentar el caldo de verduras. Una vez caliente, (sin que llegue a hervir) retiramos del fuego. Añadimos en él los copos de trigo sarraceno, las especias, la pimienta y la sal. Mezclamos bien y reservamos. Veremos cómo, según va enfriando, va espesando la masa. Una vez tenemos la masa manejable, (una media hora después) le añadimos las semillas de amapola, mezclamos de nuevo y tenemos nuestra masa de albóndigas lista.
En un plato ponemos la harina de trigo sarraceno para enharinar las albóndigas. Vamos haciendo pequeñas bolitas con la masa, pasamos por la harina y las vamos friendo en aceite de oliva. Las podemos freír con sólo una cucharadita de aceite, dándoles vueltas para dorar todas las partes, sin llegar a dejarlas secas. Otra opción que os doy es hacerlas en plan filetitos y hacerlas en el horno 3 minutos por cada lado, pero quedan más secas. Una vez fritas, las pasamos a un papel de cocina para retirar el exceso de aceite y reservamos.
Para la salsa, vamos a poner a calentar el aceite, añadimos el ajo, la cebolla picadita y la zanahoria en rodajitas muy finas para que se cocine antes. Pasados unos 10 minutos añadimos la salsa de tomate frito, salamos, añadimos una pizca de jengibre en polvo y lo dejamos un par de minutos. A estas alturas la zanahoria ya estará semiblanda. Pasamos todo a un recipiente para batir y batimos. Volvemos a incorporar a la sartén le damos un calentón final para incorporar bien los sabores y lista para servir.
Para emplatar ponemos una base de salsa de zanahorias, una camita de arroz basmati que he cocido con un poco de curry en polvo y unas pasas (opcional) y, sobre ello, las albóndigas.
La textura de las albóndigas es masticable y, al mismo tiempo, nos vamos encontrando el crocante de las semillas que aporta un extra muy divertido a la hora de comerlas. El punto suave de la salsa con el toque picantito del jengibre casan a la perfección tanto con las albóndigas como con el arroz.
Fuente: http://www.gastrocenicienta.com/